viernes, 5 de noviembre de 2010

II: Dolores


II: DOLORES

Dolores nunca ocultó a sus hijos los hechos de la Guerra Civil ni los de la Posguerra.
Tiene más de 91 años y cuenta con una memoria prodigiosa.
Su tío, con el que vivía, por ser huérfana de padre desde muy pequeña, era republicano de los de Lerroux, y estuvo mucho tiempo en la cárcel por ese motivo.

“A mis hijos, a los 10 años, cuando empezaban el Bachiller, yo los reunía y les contaba las cosas. Tétrica no, pero les contaba la verdad…

Fueron todos tan cobardes, te digo… los de Franco. Fueron tan cobardes, porque no firmaban ningún aval, porque yo he ido, yo, a muchos sitios, con 17 años, y me encaraba… me encaré con el Presidente de la Junta de Obras del Puerto, que estaba ahí por mi tío, y fui a pedirle un aval, porque a él, en la guerra, lo iban a fusilar, y mi tío le ayudó para que escapara, y cogió y se fue…  Se fue, y volvió de la guerra, y se fue otra vez a su puesto. Y fui a verlo para que me diera un aval para mi tío, cuando lo iban a juzgar, porque aquí, en Cartagena, pocas personas me dieron avales. Nadie, porque eran unos cobardes; entonces yo me fui a Murcia, fui a todos los pueblos de Murcia, en todos los pueblos me recibieron muy bien, menos aquí. Le dije a ese señor, cuando me dijo que no me podía firmar, que no podía firmar, porque tenía miedo y tal y cual, le dije de todo… Yo salí llorando pero antes le dije  - Se morirá usted de un cáncer, por malo… - Oye, y luego se murió de un cáncer. No se murió porque yo se lo dijera, pero… 

Cuando terminó la guerra, había muchas personas que a mí no me saludaban, claro, porque yo era roja… no me saludaban. Y un día me lo encontré, me encontré a la mujer, que tenía dos hijas, dos niñas muy gordicas, de estas niñas cursis que había antes, que iban con el bolso, y tal y cual, el bolsito… niñas cursilonas, ¿sabes? Y me las encontré en la confitería, y yo que digo, si éstas son las… las hijas de ese tío que no me quiso dar el aval… ¿pero será posible que éste esté aquí? Y claro, seguían todavía. Yo me salí. Me salí y dije: volveré cuando no esté. No sé si siguió mucho tiempo porque por aquel entonces yo vivía en Los Dolores y por aquí, por el centro, no tenía amistad con nadie.

Sentía un dolor muy grande cuando veía que me hacían el vacío porque era roja… Y mi tío, el pobre, con tanto bien como había hecho por tantas personas… Él sacó a mucha gente; muchísima gente. Y aunque todo eso, en  el juicio que le hicieron aquí, constó, pues nada, como el juzgado era militar… por eso yo odio a los jueces, a los fiscales, los odio. Menos mal que mis hijos, ninguno ha querido ser abogao, ni juez, ni nada.
Es que nada era verdad… los juicios no eran verdad. Una excusa, exactamente, no era verdad; todo una mentira; teatro, era teatro, una excusa para matarlos o para mandarlos a la cárcel, pero que ya sabían, antes del juicio, lo que iban a hacer.

A mi tío no lo detuvieron… no fueron por él. Una mañana, estando ahí en Los Dolores, cuando yo me levanté me llama, dice - Mira, me voy…- Me dio un beso… y… porque iba a ir Don Pedro Soler… yo no sé si tú lo has oído nombrar, que era médico… ginecólogo… Bueno, mi tía tenía una fístula y tenía que ir a él, y por qué no, iba a ir ese día, y dice -  Mira, es que va a venir Don Pedro, a ver a la tía… - y le dije - ay, ¿y por qué no…? – dice -   Mira, es que me voy a Murcia. Me voy a Murcia, que no tengo más remedio que irme… -  ya habían detenido a mucha gente. - Pero esta noche no voy a volver - ¿No?, ¿ay, no vas a volver, pa curar…? - pues nada, tú te aclaras con él - claro, Don Pedro sí sabía a lo que iba. - Fue a entregarse a comisaría en Murcia, para que no fueran a la casa a detenerlo. Pero volvió, a otro día volvió y luego ya fue él, y se presentó en la cárcel para que no fueran a detenerlo. Estuvo cuatro años detenido, que yo iba todos los días a llevarle la comida a San Antón.
Fue horroroso. Lo que es menester es que no vuelva a ocurrir más, en la vida…

Ha habido mucha gente que no le ha querido contar a los hijos… pero yo, a los míos, sí. Yo a los míos se lo conté todo, para que supieran lo que habíamos pasado.

¿Y los curas? ¡Menuda caridad cristiana! Yo también fui a pedir un aval a Don Tomás Collado, para mi tío, y me dijo que no, que no podía hacer eso, porque era, que tal, que cual… y yo lo sentencié… y luego, mi marido era muy amigo de Doña Trinidad, y ahí iba Don Tomás, de visita a su casa… iba ahí y todo el mundo le besaba  la mano, y yo nunca le besé la mano – Buenas tardes – y un día me dijo doña Trinidad – Hija, ¿no saludas a Don Tomás? – Sí, yo lo saludo, cuando entro y cuando me voy, pero yo no le beso a nadie, nada más que a Dios –

¿Y Las procesiones que había entonces? Te voy a contar lo que me pasó a mí en Los Dolores: Yo era Hija de María, porque había sido alumna de San Miguel. Claro, al irme a Los Dolores, cuando ya la iglesia funcionaba y eso, pues, seguía siendo Hija de María, iba a las reuniones… Bueno, y un día hubo una procesión; sacaban a la Virgen, y la organizadora de las Hijas de María nos dijo – Pues tenéis que venir - Yo no quería ir, porque nunca me han gustao las procesiones… vamos, ir en procesión… y además, es que había que ir cantando - Pues sí bueno, pues tal – que me convencieron y fui, y le dije a Paquita – Bueno, pero yo no levanto el brazo ¿eh? – Porque entonces levantaban el brazo hasta en las procesiones – No, pues tendrás que hacerlo – Catalina, una amiga de allí, que vive en Toledo – digo - Bueno, pues no lo hago – Pues te echarán – Pues que me echen – Fui a la procesión. Y nada, cuando llegó el momento, que todas con el brazo en alto, yo no lo levanto. Y se acerca una, la mandamás – Oye, ¿por qué no levantas el brazo? – digo – Porque yo no levanto el brazo, que en las procesiones no se levanta el brazo. Venimos acompañando a la Virgen, yo no levanto el brazo. Si hay que irse, me voy – Y como me vio decidida, dice – Bueno, sigue,  pero debes de hacerlo. Así que otro día lo haces – digo – Bueno, ya veremos otro día – Yo no levanté el brazo. ¿Por qué iba yo a levantar el brazo?
Es que en Madrid no levantaban la mano… en Madrid, no. Eso era nada más que en Cartagena. En Madrid se levantaba antes, pero eso era sólo al principio. Aquí se siguió haciendo muchos años.
Yo no lo levantaba, cuando llegaba a Capitanía y alzaban la bandera, entonces daba media vuelta y me volvía. Nunca me llamó nadie la atención, pero si me la hubieran llamao habría dicho que no tengo por qué levantarla. Yo no tengo que levantarla, yo no soy militar, y mi familia tampoco. Pero bueno, hasta bien poco, la gente levantaba la mano, hasta bien poco, hasta bien poco.
Y eso tenía que haber hecho todo el mundo, pero tenían miedo, tenían mucho miedo… Y por eso aguantó Franco tantos años, por el miedo. Porque la gente, por tanto temor como había, ni se atrevían a contar nada a sus propios hijos. Y por eso, los jóvenes de ahora no tienen ideología ni nada… y por eso ganan las elecciones las derechas aquí en Cartagena, y en Murcia, y en Valencia, porque el miedo de los padres ha hecho que los hijos, que los nietos, nunca sepan la verdad. Por eso yo no me callo. No me callaba entonces, y mucho menos ahora, porque nunca hay que tener miedo de decir la verdad.

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